o al menos eso aparenta;
está cansado de la larga espera:
Desea con ansias encontrar a Cenicienta.
El guerrero está esperando,
que su doncella decida.
Qué hará de su vida y de su alma,
Si será de uno solo o de ambos.
No piensa, solamente siente.
Determinado a rescatar al reino olvidado.
Suspira relajado durante el viaje,
y sabe muy bien que el corazón no miente.
Y así pasan largamente sus días:
luchando un largo tiempo,
entrenando otro tanto,
sintiendo que el viento que lo roza
es la caricia de ella, amandolo.
Y así transcurren las horas,
Cuando él piensa en ella vuelan,
pero cuando la ve se espesan,
Como la niebla de su viaje hacia Roma.
Y así pasarán los segundos
cuando la mira a los ojos.
Esos destellos de luz pura,
que atraviesan el más profundo lago.
Hoy el caballero está contrariado
pues el pasado lo persigue en vano.
Lo atociga y lo envuelve en aire raro,
mientras lo maltrata con su mazo.
Ese mazo no es sólido
pero duele como un bólido.
Esos golpes se han pulido
con los azotes del látigo.
Ese lazo fino que ha sido
entrenado desde recién nacido,
con palabras sin sentido
por un ser que está arrepentido.
Se regodea en sus maleficio,
sin pensar a quién deja sin beneficio.
Esto no es más que un prejuicio,
de los actos más puros que solo no hizo.