El caballero se encuentra cabalgando,
bajo una importante tormenta.
Nadie sabe lo qué le está pasando
pero lo sabrán cuando él vuelva.
Aguacero lleno de enojo y malicia
lo fuerza a reducir la velocidad
y ya no es tan fuerte su voluntad,
el agua baja al prado con avaricia.
Procura detenerse solo por un momento
para intentar dilucidar con mucho esfuerzo
cómo lo ha debilitado el poder del viento,
junto con la aguada mezcla en la que está inmerso.
Es entonces cuando su alma en pena
ya casi totalmente desvanecida
logra darle fuerzas, más que decidida
mientras la sangre hincha sus venas.
Y la nube que agua arroja con ira
lo está llenando de una inmensa alegría
ya que la piedra bajo la cuál camina
se ha levantado y ya no lo oprime.
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