domingo, 18 de agosto de 2013

La historia del galán, la doncella y el plebeyo

Cuenta a quella historia que un galán
se encontraba pensando sin afán,
cómo era posible que la princesa
de él no se enamoraba jamás.

Tenía buen porte, trajes de primera,
castillo, caballos, oro, joyas en su tenencia,
pero al dirigirse a la princesa
era otro más de la fina realeza.

Distinto era el caso del plebeyo,
quien se encontraba sin dinero
gastándolo todo para mejorar
su persona, su conocimiento.

Cuando obtenía dinero,
prefería no gastarlo en comida,
pues él ahorraba y ahorraba,
para su gran único amor: su hija.

Él no es perfecto, le falta mucho para empezar
tiene sus cosas malas y buenas:
puede estar sin estar, tratando sin tratar
desarreglando sin arreglar.

Cansado y trabajador,
él hacía  lo mejor que podía
para mantener a todos felices
algo utópicamente imposible.

Es por eso mis fieles lectores,
que no se deben dejar engañar,
pues no todo lo que reluce es oro
y a veces la persona, brilla mucho más.

Caminos desencontrados

Allí ella está
sentada esperando,
sin esperar nada en particular.
Sola, o sola no está,
pues la soledad la acompañará.

Y así, sin más vueltas que darle
él se propone encontrarte,
mientras yo me encuentro a tu lado
sin atreverme a besarte.

Él tiene algo que no poseo:
poca fuerza de voluntad,
pero yo así arrimo
mientras te encuentras un tanto ida
haciéndome el tonto logro besarte.

¿Hacia dónde nos llevan
esos caminos desparejamente encontrados?
Nadie lo supo, sabe ni sabrá,
ya que está en los individuos el poder dilucidar
hacia qué puerto los lleva el afecto.