sábado, 7 de febrero de 2015

El adiós que no fue

El caballero ve pasar
el carruaje de su doncella
y no puede evitar derramar
algunas lágrimas por ella.

Con algo de pena recuerda
los buenos momentos pasados
cuando los reinos estaban en tregua
y ellos paseaban sin cesar por los prados.

Algunos días se pregunta
cómo fue que huyó de su lado;
jamás descifró qué peste inmunda
logró sacarla de su lado.

Como si no fuera poco,
se pone a razonar sobre todo:
Cómo casi se vuelve loco,
perdiendo el derecho al trono.

El caballero recuerda sin paz
lo que no fue, mas pudo haber sido
el comienzo de algo hermoso
que brindaría alegría al castillo.

Los ancianos de la aldea

Los ancianos de la aldea,
uno a uno cen enfermos.
Nadie sabe cómo pueden,
los sacerdotes, curarlos.

Los boticarios elaboran
las más sacras pócimas.
Pero parece que ninguno
da con la fórmula proxima

Que pueda salvarles la vida,
o al menos volverla un poco
menos dolorosa, tal como diga
el Santo Grial y su gran tomo.

Queda en los jóvenes,
y también en los adultos,
salvar a mujeres y niños
de las garras de Demóclito.

Aquel que con tanta maldad
logró diezmar al más fuerte.
Al caballero dolido por la crueldad
Que en sí ha dejado la muerte.