Los ancianos de la aldea,
uno a uno cen enfermos.
Nadie sabe cómo pueden,
los sacerdotes, curarlos.
Los boticarios elaboran
las más sacras pócimas.
Pero parece que ninguno
da con la fórmula proxima
Que pueda salvarles la vida,
o al menos volverla un poco
menos dolorosa, tal como diga
el Santo Grial y su gran tomo.
Queda en los jóvenes,
y también en los adultos,
salvar a mujeres y niños
de las garras de Demóclito.
Aquel que con tanta maldad
logró diezmar al más fuerte.
Al caballero dolido por la crueldad
Que en sí ha dejado la muerte.
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