Hoy el caballero está contrariado
pues el pasado lo persigue en vano.
Lo atociga y lo envuelve en aire raro,
mientras lo maltrata con su mazo.
Ese mazo no es sólido
pero duele como un bólido.
Esos golpes se han pulido
con los azotes del látigo.
Ese lazo fino que ha sido
entrenado desde recién nacido,
con palabras sin sentido
por un ser que está arrepentido.
Se regodea en sus maleficio,
sin pensar a quién deja sin beneficio.
Esto no es más que un prejuicio,
de los actos más puros que solo no hizo.
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