El caballero está obnubilado
ante la inmaculada presencia
de aquel ser alado
que empapa el aire con su esencia.
No sabe si invitarlo
a bailar el vals o el minué
o si con ella salir a pasear
por las calles de Lorendale.
Pero sigue pensando, dilucidando,
cómo poder conquistarla,
cómo su pasión va desbordando
y así lograr enamorarla.
El caballero no perderá una batalla
que por lo general puede ser ganada,
no con la fuerza ni la violencia,
más con valor y esperanza.
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