jueves, 12 de diciembre de 2013

El caballero y la doncella con la piel a ser bronceada

Que le queda bien el rojo,
le dijo una vez con congojo.
Pero ella, ella es de otro mundo,
A ella le queda bien la piel sobre el cuerpo.

Tiene una piel hermosa. Suave, blanca como la leche.
Tocarla le eriza la piel, lo paraliza y lo estremece.
Las montañas que tiene su cuerpo ya hablarán,
y de las 4 estaciones, seguramente que historias contaran.

La piel blanca y a la vez bronceada, cual ying yang
que tiene las dos alternativas y cambia sin cambiar.
La piel dulc,e cual néctar de la más fina miel de abeja,
que con su aroma tibio te acerca y asimismo te aleja.

Recorrerla lentamente, cual libro a ser estudiado.
Como esa flor, cuyos pétalos recién han asomado.
Como las cuerdas de una guitarra, prontas a estrenarse,
como cuerdas vocales que resuenan cuando dejan de tocarse. 

El paño de pálida seda, cuyo perfume atrapa
pero no envenena. Como la primera etapa
en una carrera contra la muerte te deja
él esforzándose a cada paso, y ella haciendo una mueca.

Una expresión de suave perplejidad incompleta
un grito en la oscuridad total e inmensa.
Un anhelo de un sueño insatisfecho,
como pompa de jabón en cuarto sin lecho.

No sé qué haría sin ese trozo de seda en su recuerdo.
sobrenatural, intocable y profundo.
Podría besarla día y noche, durante años sin remordimiento.
Podría vivir mirándola en todo momento.

Finalmente le comenta, el calor que ella padece.
Mientras él responde, mientras su cuerpo se estremece.
Que se despoje de sus vestimentas, que atrapan.
Ese vestido que tan bien exhibía cuando en el lago se bañaban.

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