Hace cinco meses tu alma nos ha dejado.
Reina de los siete mares,
garante de nietos caprichosos:
Tu legado en nosotros vive;
desde tus retos hasta tus antojos.
Nos agarrabas fuerte la mano
al cruzar cualquier sendero:
Sin importar si era el puente de un lago
o aquel que parecía separar un gran prado.
Ya muy debilitada en el lecho del sacerdote
te encontré y dormí a tu lado.
Mientras tanto las hermanas franciscanas,
con paños fríos tu dolor calmaban.
Sin embargo todos sabíamos
que no había mucho más por hacer.
Solamente que te sientas cómoda,
mientras eras carcomida, adolenciendo en paz.
La partida era inevitable,
ni el mejor boticario encontró la cura.
Y así te fuiste hecha polvo en un río,
mientras te despedimos con algo de culpa.
Tu ausencia es cada vez más palpable,
los golpes nos tocan en esta vida dura.
Y cada uno de nosotros con brío,
trataremos de no olvidarte nunca.
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