Ella viajaba por el mismo sendero,
pasando la mano por su rojo cabello.
Mientras leía un libro y escribía a pluma,
el carruaje la llevaba suavemente.
Cabizbaja, concentrada, pensando en aquello
pasando la mano por su rojo cabello.
Mientras leía un libro y escribía a pluma,
el carruaje la llevaba suavemente.
Cabizbaja, concentrada, pensando en aquello
que tanta angustia una vez le ha causado.
El caballero, sin embargo, esta vez no se animará
a acercarse, o a hablarle, no hay tiempo para gastar.
El caballero, sin embargo, esta vez no se animará
a acercarse, o a hablarle, no hay tiempo para gastar.
Decidido a rescatarla de aquel tirano sin paz,
se lanza sin pensarlo dos veces
abre la puerta y la toma sin más.
La sube a su caballo que frena,
girando sobre si mismo y dejándolo
al carruaje vacío y al cochero en vela.
Una vez alejados
se pusieron a rememorar,
cómo los días pasaron
y cómo se alejaron del mar.
Y ese telar de seda
en el que juntos solían estar,
amándose lujuriosamente
ahora es cenizas, no más.
Hablaron,
discutieron,
rieron,
y lloraron,
Pero nunca pudieron resolver
aquello que tan simple parecía.
En vano, a más no poder,
el caballero resignó su osadía.
Le ofreció gentilmente
a la doncella una explicación.
El por qué del doble discurso,
o el motivo de tal desolación.
Ahora ya solo,
se pone a recordar
Esos labios suaves
que tan bien él sabía apreciar.
Ahora no son más que un recuerdo
una imagen del más allá.
Ella se mostró decidida,
mas agradecida y cordial.
Es ahora como con pena,
él añora esa mirada angelical
de la doncella de fuego.
cuyo par de labios combinaría,
Con la pasión que desprendería
Con la pasión que desprendería
cuando un nuevo beso él daría.
Cabellera rojinegra,
mirada transparente y fugaz puede brindar.
Pero el caballero es subjetivo
y enamorado: No puede más.