se encontraba pensando sin afán,
cómo era posible que la princesa
de él no se enamoraba jamás.
Tenía buen porte, trajes de primera,
castillo, caballos, oro, joyas en su tenencia,
pero al dirigirse a la princesa
era otro más de la fina realeza.
Distinto era el caso del plebeyo,
quien se encontraba sin dinero
gastándolo todo para mejorar
su persona, su conocimiento.
Cuando obtenía dinero,
prefería no gastarlo en comida,
pues él ahorraba y ahorraba,
para su gran único amor: su hija.
Él no es perfecto, le falta mucho para empezar
tiene sus cosas malas y buenas:
puede estar sin estar, tratando sin tratar
desarreglando sin arreglar.
Cansado y trabajador,
él hacía lo mejor que podía
para mantener a todos felices
algo utópicamente imposible.
Es por eso mis fieles lectores,
que no se deben dejar engañar,
pues no todo lo que reluce es oro
y a veces la persona, brilla mucho más.